lunes, 14 de enero de 2013

EL QUE TENGA OJOS PARA VER, QUE OIGA




Salir a la calle es como un temblor:
remueve  desordena .
Como cuando la lluvia nos refugiamos
y dan ganas de revolver cajones cachivaches,
dar a luz la soledad.

La soledad en la calle.

Es imposible no palparla
no engullirla.
No hay ni música
ni vidriera ni puesto de pochoclos
que disimule ese abandono.
Si con sólo sentir
el amasijo
quehacenlas gomasdelosautosconlasgotasdelalluviaenelasfalto
nace esa puntada tan parecida a un sueño,
que pretende arrastrarse la mirada.

Todo esto por no saber cómo decir
que ya hemos llegado hasta el absurdo,
que por acá se descarrila.
Que nos cuelga
una pérfida matraca en la cabeza.