La perra sigue acá,
terminó de tronar
y por la ventana
se ha metido un bicho que se parapetó en el techo
unos segundos, para salir volando
por la puerta hacia el pasillo iluminado.
Uno que otro goterón y la humedad
será por fin eliminada.
Pero nada che.
El ventilador, ese armatoste de más veinte años,
lo único que hace es revolver un aire espeso
y pegajoso. Aunque ahuyenta también a los mosquitos.
Hay un olor a animal furioso,
furibundo.
Parece que lo trajo el viento.